FIN DE SEMANA DE TRANSICIÓN

Con nuestra escapada a Madrid en el horizonte a visitar a Sara, Quique y a la Virgen (pseudónimo que Simón ha colocado a Virgi) afrontamos este fin de semana en Zaragoza.

El viernes a IKEA. Es lo que tiene tenerlo cerca de casa, que vamos a IKEA como el que va a la carnicería. En esta ocasión el objetivo era un grifo para la cocina, que finalmente vimos, pero no compramos tras una decisión rápida de tratar de ver una segunda opción, en otro lugar. Eso sí, me llevé a casa una almohada de plumón de pato, la mar de cómoda y muy, pero que muy bajita, a pesar de estar catalogada como extra-alta y unas estanterías para los cuentos y coloreables de Simón, que ya están colgadas en su dormitorio.

El sábado por la mañana: Grandes superficies II. Leroy Merlín y Toys‘r’us. Nos desplazamos hasta la población de Utebo, ya actualmente convertida, casi completamente, en dormitorio para muchísimos zaragozanos, dada la cercanía a la capital. Allí intentamos conseguir el piano de los Lunnis, que Papa Noel le trajo a Simón y Papá Javier (y Mamá Estrella) ya han tenido que devolver dos veces, porque el volumen no funcionaba. Agotado, como en casi todos los sitios, al final nos decantamos por otro teclado, que no era de los Lunnis, pero tenía buena pinta. Simón decide, en ese momento, que no le gusta y se dirige de forma inexorable a la zona de trenes, donde elige uno de madera, muy parecido al que ya tiene y que se puede combinar, haciendo recorridos más grandes. Vamos una delicia. En el Leroy Merlín, por fin encontramos un grifo para la cocina, pero al ir a pagarlo, la caja marcaba 30,00€ más del precio ofertado, por lo que tras las consiguientes aclaraciones del encargado de cocina, decidimos dejar el grifo donde lo habíamos cogido. Nos vamos a casa sin el teclado de los Lunnis y sin el grifo de la cocina, con la sensación de haber perdido una preciosa mañana de entre dieciocho y veinte grados y mucho sol. Por la tarde experiencia casi mística. Una obra de teatro, representada en su máximo esplendor, por profesionales que posiblemente hayan alcanzado el cenit de su carrera con esta representación. Un público, en un primer momento frío, pero con el transcurso de la obra, entregado, subido encima de sus asientos, jaleando, incluso participando activamente en distintas fases de la representación. LOS TRES CERDITOS en la sala teatro Arbolé. Impresionante ver a Simón subido en su asiento, bailando y gritándole al lobo: “malo!!”, durante casi una hora. Luego cena, en casa, con Luis, Burgo y Martín, que también estuvieron en el teatro.

Domingo por la mañana relajado. Unos viajes en las motos eléctricas del parque Pignatelli y unos revolcones por la arena, cual gorrinos del cuento “Los tres cerditos”, de nuevo con Martín y sus papis. Tarde tranquila, en casa, con Alfonso, Ana y Claudia. Ana está que revienta, la pobre, de ocho meses, pero sigue con su increíble agilidad, sentándose a ras de suelo y rehusando ir en coche, porque dice que tiene que andar. Pedazo cochazo nuevo que me enseñó Alfonso, y Claudia, como siempre, preciosa y muy buena.

Quique está pachucho. Ayer hablé con él por teléfono y va estando mejor, pero le han tenido que operar para zanjar definitivamente su apendicitis (creo que mal operada). El próximo fin de semana les veremos, en Madrid, que tenemos muchísimas ganas de secuestrarlos unos días para nosotros solicos. Pero las ganas no son tantas como las de Simón por ir en tren, ya os contaré.